La visión Argentina de las elecciones en Brasil

Viví la primera vuelta de las elecciones brasileñas en San Pablo. Y ahora la segunda, en Brasilia. Estoy a punto de volver a mi país y todavía no siento esa efervescencia típica de las elecciones en Latinoamérica, ésa que hace a estos procesos casi traumáticos, ésa que incita a muchos candidatos a decir "yo o el caos", ésa que hace que empresarios locales y del mundo sigan paso a paso las campañas pensando si conviene invertir o no, ésa que hace que el dólar se convierta en un termómetro. Parece que esa "efervescencia" ya no la voy a sentir. Ganó Dilma. La política económica y social de Brasil seguirá siendo la misma. Pero si ganaba José Serra hubiera ocurrido lo mismo. El país encontró hace poco más de una década -un pequeño tiempo antes de la era Lula- un rumbo fijo, una política de Estado. Brasil ya no fluctúa entre un modelo industrial o agroexportador: apunta a lo mejor de ambos. No debe elegir entre ser amigo o enemigo de los Estados Unidos: acompaña pero critica con respeto. A la gente en la calle le costaba encontrar grandes diferencias entre los dos candidatos. Eso lo vi en países del primer mundo. En las paredes de la capital de Brasil no vi afiches pegados en lugares indebidos, mucho menos pintadas (grafitis). Y en el centro de San Pablo, tampoco... algo aún más difícil de imaginar. Una ordenanza de 2006 llamada "ciudad limpia" se cumple. La propaganda en la vía pública se hace mayormente a través de carteles clavados en el pasto (como en los Estados Unidos) o mediante volantes entregados en mano. Este país ya tiene a su primera presidente mujer. En gran parte, Dilma Rousseff lo ha logrado gracias al apoyo de un presidente que se retira con una aprobación superior al 80%. Es difícil iniciar una conversación sobre política en este país sin que surja el nombre de Lula. Sin embargo, esta "diferencia" de Brasil con el resto de Latinoamérica es compartida en un podio con Uruguay y el ex presidente Tabaré Vázquez y Chile, donde la altísima imagen de Michelle Bachelet no alcanzó para que gane su candidato. Esto último también muestra madurez en el electorado, que sabe cuándo está satisfecho, pero sin embargo pide más. Brasil no se conforma con haber sacado a más de 20 millones de personas de la pobreza. Ahora va por más. No quiere ser la octava potencia económica del mundo. Quiere ser la quinta. En este juego de diferencias, nos queda el voto electrónico. Me sentí raro al cubrir una elección nacional sin denuncias de "falta de boletas" o de "voto cadena", típica trampa que se logra consiguiendo un solo sobre con el sello de una mesa electoral y que puede durar toda una jornada. El sistema brasileño maravilla al mundo. Es rápido y, sobre todo, confiable. Cuando vi esas pequeñas máquinas con un teclado similar al de un cajero automático, usado por jóvenes, ancianos y hasta gente que rozaba el analfabetismo, me maravillé. Y ahí es cuando me enteré de que en Brasil también se está desarrollando en este momento un censo poblacional... electrónico. No dura un día, sino dos o tres meses. Los censistas recorren el enorme país con una computadora de mano que incluye GPS, lo que facilita la ubicación geográfica de los pobladores (piensen en quienes viven en el medio del Amazonas). El voto electrónico hizo casi innecesaria la encuesta a boca de urna, es decir, luego de emitido el voto, tan vital para nosotros, los periodistas, en las elecciones. Uno de IBOPE fue utilizado durante sólo dos horas, ya que la diferencia horaria en Brasil hizo que el escrutinio empezara, pero sus resultados no se difundieran durante ese tiempo porque en el país todavía había gente votando. A las 19 hora local, cuando todas las mesas del país habían cerrado, se difundió el primer parte: incluía a más de la mitad de las mesas escrutadas, lo que en cualquier lugar del mundo ya implica una tendencia irreversible. Y sólo media hora más tarde, con el 80% de los votos revelados, los periodistas ya podíamos empezar a escribir la crónica de una victoria. La mía no habla de la victoria de un candidato, sino de la de un país entero.